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No es difícil sentirse atraído por la visión del cielo estrellado. Una inmensidad que en las noches de cualquier estación del año, en especial en los lugares alejados de la contaminación lumínica, nos invita a la contemplación y a la reflexión interior. Miles de puntos iluminados en ese manto que nos envuelve, integrado por millones de estrellas, nebulosas, galaxias, planetas. 

Nuestro planeta forma parte del Sistema Solar, que a su vez se sitúa en uno de los brazos espirales de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Desde aquí apenas vemos una porción de esa inmensidad, pero es una porción inabarcable e inaccesible, pues las distancias que tendríamos que salvar para llegar hasta la mayoría de esos puntos iluminados que son estrellas, nebulosas, galaxia o planetas, resultan imposibles de superar.

Y lo más increíble es que cualquiera de esos puntos iluminados puede que ya no existan, que hayan pasado en el momento actual hasta otra fase de la evolución estelar, convertidas en estrellas masivas o en nebulosas. Desde el final de cada verano, al caer la noche, cuando dirigimos nuestra mirada hacia el cielo de oriente, hacie el este, es bien fácil distinguir una formación de estrellas que se elevan desde el horizonte visible y que se perciben a simple vista. Se encuentran a más de 400 años luz de la Tierra, y se las conoce como Las Pléyades. La luz que emiten tarda nada menos que cuatrocientos años en llegar hasta nosotros.

Las Pléyades, un cúmulo estelar abierto situado en la Constelación de Tauro, está compuesto por nueve brillantes estrellas, envueltas en nubes de tonalidades azuladas. Entre noviembre y diciembre en la medianoche alcanzan la mejor visibilidad sobre nuestras cabezas.



© Fotografía y texto: GGCarballo


En este Blog comparto algunas de las imágenes que he tenido la oportunidad de realizar en los últimos años y hasta la actualidad. Desde el patio trasero de mi casa, en el campo y en espacios alejados de la contaminación de la luz artificial, he tenido la oportunidad de captar  una pequeña parte de los objetos que inundan nuestros cielos nocturnos. Con un pequeño telescopio y altas dosis de ilusión, con paciencia, los resultados van llegando. 


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